lunes, 28 de diciembre de 2015

Caterpillar:


El viento choca con mi cara y las hojas caen sobre mí, puedo oler todos los colores y ver todos los aromas. Logro ver todos los sonidos del viento, porque con un aroma tan cálido y otoñal me suspendo tan alto que, no logro escuchar las sombras que me rodean, sin tristeza que sentir y sin sangre que tocar, tan cerrado y tan valiente de mí mismo.  Tan rápido y tan veloz como mi propia saliva que se escurre por cada rincón. A veces, no logro escuchar porque tampoco puedo ver.





Cierro los ojos y detrás de mí puedo sentir todo ese temor escurriendo por mis poros, sin lugar por donde esconderme y sin agujas que clavar. Ya siento que todo aquel espasmo pudo ser, tan solo un poco de dolor ajeno. Prometo largarme rápido, porque no sé que estoy esperando.

Dejo las hojas pasar, dejo el viento escurrirse por entre mis dedos, mi rostro se tiñe de una dulce melodía y mi olfato se agudiza con sonido. Siento el gusto de cada rayo de luz y de cada efecto sonoro que me rodea. Mi tacto se agudiza y mis ojos se agrietan, puedo ver en la oscuridad, pero no se abrir los ojos bajo el agua.



Ya no quiero nadar, ya no quiero bucear, tampoco sentir, porque, la magnitud de mis sentidos es tan grande como el universo.


Si te prometo callar, es porque voy a estar muerto.













viernes, 18 de diciembre de 2015

Empatía 33.

Querido diario:

Ayer pasé por donde vivías, con una gota de tristeza y un sabor tan áspero que cerraba mi garganta, observé hacia el firmamento, me sentí tan pequeño que hasta se me cortó la respiración. Por un momento, breve, pero momento al fin, pude deshojar todos mis recuerdos en un gran bote de basura, prácticamente resetee mi cabeza.

Como si fuera un suspiro, logré pensar tan fuerte que ya no pude distinguir si estaba en la realidad o, perdido entre tanto silencio. La inmortalidad humana que vive en nuestra cabeza es casi tan finita como nuestro siclo de vida, y, quizá aún más pequeño si nuestro karma alineara los planetas contra de nuestra voluntad.

En ese momento comencé a masticar mis sesos para poder comprender en qué parte del subdesarrollo emocional me encontraba, porque, claramente, con voz ronca pude nombrar tu nombre. Ya ni sé en dónde estoy y como llegue, porque a veces caminamos siguiendo un instinto casi tan lógico como irracional. No pude comprender, porque, ayer sentí que la calle me habló, sentí como cada rincón me transmitía la última voluntad de permanecer con vida dentro de ese paradigma sonoro. En caso de que fuese correspondido dentro de la locura, llegaría a la conclusión de que fue mala idea darle importancia. Sentí, que, con el paso del tiempo, logré desistir.

Pasadas cuatro horas dentro de las normales antes de perder el conocimiento, llegué a la conclusión de que ya no estoy vivo, porque me resulta muy difícil engendrar empatía. ¿Ya puedo dejar correr el tiempo?

Y, finalmente, ya sé que ahora solo tengo qu

viernes, 4 de diciembre de 2015

When you're gone How can I even try to go on?

Y cuando simplemente se deja de respirar y un simple te quiero se vuelve tan pesado que puede hasta matarte, porque, con cada día de misericordia nos hundimos en un mar tan profundo que ni la oscuridad encuentra un recoveco donde acomodarse.
Y, si tan lejos se encuentra la oscuridad como para poder huir, entonces ¿Por qué nos acomodamos entre tantas sílabas vacías?
Capáz, tan extraño como lejano, puedo encontrar todas esas palabras que el viento y el sol marchitaron sin piedad alguna y se llevaron mis pocas ganas de gritar que tenía. Sin poca espera, pero con mucho oxígeno en el cerebro me da la cabeza para darme cuenta que entre tanta basura, aunque sea ALGUIEN escucha tu pedido de ayuda y no se da vuelta dejando que el tiempo extirpe tus órganos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Hands.






















Porque a veces, dejar de respirar es la mejor opción.