Soy aquella piedra que dejó de ser un mineral para poder sentir.
Vivo bajo la locura de la misericordia para revolcarme en mi mismo.
Y lo que dejo de sentir lo vuelvo frío como el hielo.
Y, lo que dejo de adorar lo comprimo en miles de partículas.
Hola, donde quieras que estés, porque seguís tan vivo como mis células
que te recuerdan con cada espasmo de dolor.
No me dinamites que aún falta mi juicio.
Y, ya tengo toda mi carga emocional como anclas en el medio del mar.
Hoy soy lo que logré abarcar en mis silencios.
Ayer fui lo que alcancé a respirar, porque la suerte se me escurre como el agua.
No siento flagelo alguno de olvidarte, pero sí de superarte.
Puedo pasar horas bailando solo, porque las sombras no son más que reflejos
de mi propia intensidad emocional.
Hoy te hablo de Dios, porque es lo único en que cree la gente.
Porque es lo único que me daría sustento psicológico
de todas mi caídas libres.
Hola, donde quieras que estés, porque seguís tan vivo como mis células
que te recuerdan con cada espasmo de dolor.
No me prejuzgues porque sigo vivo y me alimento de tus recuerdos.
Y aunque el suelo quede más cerca que el cielo, la caída duele el triple.
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