martes, 12 de mayo de 2015

Historias Rioplatenses [Intro].



Y ahí comenzó todo, no fue hace mucho tiempo la verdad, pero sí el génesis de una gran historia. Entre besos, caricias y no tanto el deseo carnal sino el maternal. Un sin fin de segundos, dulces, suaves, fuertes y agónicos. En una gran arca, casi tan grandes como mi cuerpo, una nave hacia la realidad, un viaje de espacio tiempo en el invierno de 1988, vaya, ¡Esos sí eran inviernos!, bajo la música de los 80's, ya llegando a sus últimos sonetos, bajo una sombra de dulces melodías de Cyndi Lauper y una apertura a la década de los 90's.

Entre líneas, entre agotadas oraciones comienza un sin fin de paradigmas que me conforman, me fragmentan la cabeza en dos para pertenecer al Río de la Plata y no conllevar una nacionalidad, sino un ancla tatuada en la piel, en los sesos, que me delimita entre dos orillas abismales, dos universos que aún así, puedo considerar realmente mi seno materno. Gritos de gloria, de anhelo y desesperación, con tanta intriga como dicha, mi reloj de arena se abre en marcha y rompe las puertas del destino para comenzar a escribir el mío. Bañado en aguas doradas y soles infinitos, entre dos veranos no tan veranos, pero opuestos, entre las primaveras soñadas que hoy ya casi no existen y con inviernos bien diferenciados que hoy solo son pobres otoños asfixiados con la corriente marina cálida del norte, entre climas secos y húmedos que me estrangulas la cabeza y me rompen en la mitad para ser dos personas en una, la ambigüedad penetra mis poros, rompe mis pupilas, comienzo a ver el mundo, mi mundo, me gran río, mi gran ciudad, mi gran estigma local y un sin fin de maravillosas ilustraciones que perforan mis ojos.

Llego al fin de un pequeño ciclo, un ciclo grande, mis pilares, mis fieles primeros pasos.

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