Sentirse así de pequeñito, entrar en un pañuelo y que con un
suave movimiento me desintegre hasta quedar ínfimamente visible. Hasta no tener
sombra y tampoco despojo de vida, un poco sociable para hundirme entre mis
miserias y calumnias.
Aunque intente respirar dentro de éste mar de odio, mis
pulmones se inyectan de miserias ajenas y me impide tomar el control de mí
mismo, aún no puedo controlar el sangrado de mis heridas, pero podría canalizar
el ardor hacia otra parte, muy lejos de mí, de todo.
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