Ayer me detuve a pensar, un sentimiento muy fuerte y
tan decadente que pesa más que el acero.
Y, aún así, ya no sé a qué conclusión llegar, porque sigo sin entender.
Aunque tenga miedo por momentos, la fuerza que llevo no se acaba.
Y, simplemente no ceso de hablar, de creer y de sentir.
Y si fuese tan mala persona como me gustaría,
hoy estaría en otro plano.
Pero aún así, no puedo parar.
Vuelvo a escribir después de tanto tiempo para no parar. Porque la historia siempre se repite y, aunque ya no tenga más aliento para seguir, siempre hay un último empuje.
Sigo siendo tan ciego como antes, porque nunca dije que cambiaría.
La adrenalina ya no corre por éste cuerpo,
porque deseo no ser humano,
porque deseo no pertenecer a ésta raza,
y, porque deseo no poder contar más con nadie.
Y si te digo que aprendí a volar, es para que me dejes en paz.
Y, aunque ya no le tema a la oscuridad
le sigo temiendo a las personas.
Y con ello
a vivir.